Es súper habitual escuchar a mamás y papás con una queja común: «es que mi hijo no colabora, es pedirle que haga algo y… nada, por un oído le entra y por el otro le sale».
¿Te suena?
Los padres de hoy en día tenemos tanta prisa, que nos acabamos convirtiendo en el principal obstáculo a la autonomía de nuestros hijos, y en lugar de dedicar un tiempo a enseñarles, acabamos haciendo las cosas nosotros (ya te lavo yo las manos, ya te limpio yo el culete, ya te echo yo el agua en el vaso…).
Si a eso le añadimos que tenemos poca paciencia y mucha prisa… uffff.
Hoy en día estamos cargados de estrés, responsabilidades, obligaciones. Y acabamos siendo contradictorios. Soñamos con el día en que al avisar que la cena está lista, nuestros hijos dejen de jugar, recojan los juguetes, se laven las manos y pongan la mesa. Pero para llegar a eso, hay que pagar un peaje: tiempo y esfuerzo.
Porque para llegar a ese día soñado, no vale exigir, imponer, amenazar o castigar. Noooooo.
Primero, y aunque me digas “eso ya lo sé”, vamos a ver por qué es importante que los niños colaboren en casa:
Les transmitimos que son capaces:
Cuando les permitimos colaborar, los niños adquieren una sensación de ser capaz, de ser competente. Y si, digo cuando les permitimos colaborar, que es distinto de obligar a colaborar o de hacer las cosas nosotros porque así, salen mejor, o se hacen antes. Enseñar requiere mucho esfuerzo, tiempo y paciencia pero si no les enseñamos, entonces no aprenderán. Fácil ¿no? Al enseñarles a hacer las cosas, empezamos a instaurar un hábito en casa. Si permitimos a nuestro hijo que lleve el plato de sopa al salón, que se eche la leche en el vaso, o que se vista solo por la mañana, aun a riesgo de tener que limpiar la sopa del suelo, recoger la leche de la mesa, o que vaya al cole con un pantalón de chándal y una camisa de cuadros, entonces es cuándo se sentirá capaz y válido, competente.
Soy importante. Me tienen en cuenta.
Ya hemos hablado alguna vez que el fin último del ser humano (niños y adultos) es sentirse perteneciente y sentirse importante. Esto suele pasar desapercibido, pero es vital para su desarrollo. La colaboración otorga a los niños el valor de la contribución. Sentirse parte de la familia y tenidos en cuenta.
El niño “hazlo tu”.
Si hacemos todo por nuestros hijos, les estaremos enseñando que se merecen todo a cambio de nada, que no deben esforzarse para alcanzar objetivos. Que lo normal es que lo hagan los demás. El típico niño tirano que muy probablemente se convertirá en un adultos que eche la culpa a los demás por sus errores, que todo lo “malo” que le pase sea por factores externos, e incapaz de responsabilizarse de su propia vida, de tomar decisiones…
¿Y por qué no colaboran?
Ya nos habréis oído o leído que la crianza respetuosa es una crianza a largo plazo. Pero todos tenemos mucha prisa. Queremos las cosas ¡ya!.
Y eso, en la educación de nuestros hijos, no existe (bueno, si existe, pero a través de técnicas que por supuesto no apoyamos).
Queremos que nuestros hijos hagan las cosas por si mismos, cuanto antes mejor. Y más rápido no significa mejor. El niño debe practicar antes de aprender una habilidad. Y la práctica conlleva inevitablemente el error. Equivocarse, frustrarse, tener una rabieta… si, es normal. Además, tenemos que ser flexibles. Si hemos vuelto tarde a casa, y se ha quedado dormido en el coche, lo mismo no es muy recomendable que se ponga él solo el pijama… pero sí podemos pactar entre todos la norma de que antes de salir de casa, tenemos que dejarla recogida. Nosotros tenemos la norma de que no salimos de casa hasta que hayamos hecho un repaso para ver si han quedado juguetes por el suelo, cojines tirados, platos encima de la mesa… y los niños ya saben que antes de bajar al parque, dejamos todo en su sitio.
Esto es algo que pueden hacer desde chiquitos, al principio con guía, con nuestra ayuda, incluso haciéndolo primero nosotros (recuerda que aprenden por el ejemplo), y más adelante, con paciencia (aunque tú lo vayas a hacer mejor, déjales hacerlo. Si tienes prisa, organiza tu día para permitirles hacerlo a su ritmo) y práctica, lo acabarán haciendo ellos solos. Son nuestras prisas y nuestra impaciencia las que impiden el éxito y el aprendizaje.
Otro error que cometemos es no confiar en ellos. Pensamos que lo van a hacer mal por ser pequeños, pero una cosa te digo: el niño confiará en sí mismo en la misma medida que tú confíes en él. Si queremos que nuestro adolescente colabore, decida, pruebe y vea aprendizajes en los errores, tenemos que habérselo permitido desde su más tierna infancia. Al revés no funciona.
Vamos entonces al lío.
¿Cuáles son las claves para que tus hijos colaboren?
1 Empezar desde pequeñitos, eligiendo habilidades adecuadas a su edad y, sobre todo, a su capacidad. No podemos pretender que un niño de 3 años se ate los zapatos o se ponga la camiseta a la primera, pero podemos pedirle que se ponga los zapatos, y colocarle la camiseta para que practique.
2 No centrarnos en el resultado sino en el proceso. Alentar el esfuerzo, decirle “uauuuu, casi te sale, te has esforzado mucho, con un poco de práctica lo conseguirás”.
3 Dedicar tiempo a enseñarles. No se aprende a la primera, y aprender acompañado es mejor (y más rápido) que hacerlo solo. Puedes enseñarle con el ejemplo. Que vea cómo haces la cama, que te ayude (aunque el edredón quede hecho un burruño), que doble calcetines contigo (aunque obviamente, no queden bien). Imitarnos es un juego para ellos, así que el mejor consejo que te puedo dar es que lo mantengas como un juego. Recuerda que en la primera infancia el mejor y más duradero aprendizaje es el que se adquiere jugando.
4 Echarle muuuuuucha paciencia. Hasta que se eche el agua en el vaso sin derramar nada, puede que te toque limpiar 10 veces. Al principio límpialo tú, sin quejas ni recriminaciones. No le obligues a limpiarlo. Primero te verá a ti, y al tiempo, lo podrá hacer el niño. Una frase que nosotros decimos mucho y que ahora también los niños nos dicen a nosotros, es “tranquilo, tranquila, le puede pasar a cualquiera”.
Con la edad, podrás pasar de limpiar tú el derrame de agua o leche, al ¿qué tenemos que hacer cuándo se nos cae algo? Si has predicado con el ejemplo, lo normal es que el niño coja un paño y lo limpie. Si no lo hace, puedes darle tú la idea, en tono de juego: Vaya, se ha derramado el agua… ¿qué podemos hacer? ¿cogemos mi zapatilla y lo limpiamos? Normalmente habrá alguna risa y un noooooo. ¿cogemos la escoba y lo limpiamos? Nooooo. ¿y entonces qué hacemos?. A estas alturas de conversación, tu hijo probablemente te dirá “¡cogemos un trapo!”. Y juntos, lo limpiais. Esta manera de enseñar colaboración es una maravilla, porque tu hijo va adquiriendo habilidades de forma pausada, tranquila, y a la vez, permanente.
5 Buscar el momento adecuado. No es lo mismo buscar y enseñar colaboración cuando tu hijo tiene una rabieta que cuando está calmado. Aprovecha los momentos tranquilos para enseñar. Que no esté dominado por su cerebro emocional (ni tú tampoco).
Permite que tu hijo o tu hija practique. Da igual cuántas veces se manche al comer sólo la sopa. Se cambia de ropa y listo. No es el fin del mundo.
6 Ser ejemplo. Si te ven hacerlo, querrán hacerlo ellos también. Si son más mayores y no quieren, al menos verán que no es algo que les impongamos a ellos, sino que es algo que toda la familia hace y con calma y paciencia, lo harán también ellos.
7 Aprender a soltar cuerda. La confianza en nuestro hijo implica que cada vez, les vayamos permitiendo hacer más cosas. Por ejemplo, Pablo estaba deseando cocinar huevos revueltos y huevos fritos, pero a mí me daba miedo que estuviera tan cerca del aceite, o que se cargara la cena. Sin embargo, se lo permitimos. Se le olvidó echar sal a los huevos y quedaron un poco pasado ¿y qué? Su satisfacción por haber sido el cocinero, el ver que todos nos comimos encantados lo que él había preparado… fue precioso.
8 Ser conscientes y elegir el momento. Si están cansados, hambrientos, ha sido un día estresante, no han tenido mucha presencia de mamá o papá, y nos pidan ayuda, incluso que les demos de comer, hazlo aunque sepas que ya es capaz de hacerlo solos. Se trata de una necesidad emocional, de sentirse mimados, de que les hagamos caso. Ayúdales y listo, no pasa nada.
9 Hacer las cosas juntos. Si toca limpiar el salón… tu el pronto y yo el paño. Entre todos es más divertido, podemos echar una carrera de limpieza, yo friego los platos y tu los secas, yo aclaro y tú los metes en el lavavajillas… entre todos, sale más rápido y es más divertido.
10 Establecer rutinas claras y sencillas para todos. Ya os hemos hablado de la necesidad e importancia de las rutinas. Hacer entre todos una tabla de rutinas nos va a ayudar:
- A que los niños sepan lo que viene a continuación, lo que les da seguridad.
- Crear orden y estructura al día.
- No tener que repetir 20 veces lo que toca, simplemente decimos ¿qué toca ahora? A ver qué pone en la tabla de rutinas.
En este post (¿son necesarias las rutinas?) tenéis muchísima información sobre las rutinas y como crear tu tabla de rutinas.
Nosotros ahora que estamos en casa, cada mañana hacemos una reunión familiar en la que creamos las actividades y rutinas del día. En un papel escribimos lo que vamos a hacer durante el día, incluyendo qué vamos a comer, qué vamos a cenar, cuándo toca juego, cuándo toca hacer tareas del cole… Aquí te enseño la de hoy:
11 El capitán o capitana. Cada día nombramos a un capitán o capitana. Es el responsable de organizar las tareas y de indicar a los demás lo que hay que hacer. Por ejemplo, antes de comer, toca recoger lo que haya por el suelo. Pues el capitán organiza y revisa que esté todo ok. Igual al poner la mesa, el capitán indica lo que falta, lo que se necesita traer… Esto ayuda a que se sientan importantes, adquieran responsabilidad, y practiquen la comunicación positiva y la colaboración.
En la hoja de rutinas o actividades diaria, ponemos una foto del capitán.
Cuando no se cumpla la tarea que toca, recordarlo sin ser pesados, sin tonos de reproche. Se habla y punto. “chicos ¿qué toca ahora?». Si siguen sin responder se repite la indicación.
12 Deja las cosas a su altura. Por ejemplo, cuando de poner la mesa se trata, ahora que comemos en el salón, yo dejo todo lo que necesitan en la mesa de la cocina, y ellos se encargan de llevarlo al salón. Si falta algo, el capitán o capitana nos lo indica y se lo damos.
Qué tener en cuenta para no quedarnos calvos por el estrés:
- Esto es una carrera de fondo. Consiste en plantearnos la educación a largo plazo, no en lo inmediato. Los esfuerzos darán su fruto con el tiempo. Es preferible perder una batalla para después ganar la guerra. Aunque también te digo que la mejor guerra es la que no ocurre.
- Los niños no lo van a hacer “bien” desde el principio. Y probablemente no lo harán como tú nunca. Ojo, que eso no significa que no acaben haciéndolo bien. Pero cuando lo hagan “mal” recuerda alentar el proceso, el esfuerzo, no el resultado.
- Recuerda que los errores sirven para aprender, pero para eso debes permitir el error, y ayudarlos a aprender de ello. Si recriminas, regañas, castigas… aprenderán que el error es malo, es algo que hay que evitar, y probablemente acaben dejando de intentar las cosas por miedo al fracaso, o mintiendo para que no les pilles.
- No te tomes las cosas como algo personal. No lo hacen mal o se portan mal a propósito, para hacerte daño a ti. Lo hacen por inmadurez, por falta de desarrollo, falta de habilidades, falta de paciencia nuestra. Aíslate de ese sentimiento que te sale, y céntrate en apoyar, alentar y ayudar a tu hijo.
- Aprovecha las situaciones del día a día para enseñar. Una torre de construcciones que se cae y provoca una rabieta, es una ocasión perfecta para acompañar, validar las emociones, enseñarles que sentirse así no es malo, que es un error, y podemos aprender de él.
Por tanto, recuerda, para que tus hijos colaboren necesitas:
Kilos y kilos de paciencia. Esto es un proceso y no van a aprender a la primera. Pero con paciencia, esfuerzo y comunicación positiva, el proceso será mucho más agradable y efectivo.
Planificar. Planifica y estructura el día para que los niños sepan lo que toca en cada momento, y no tengas que estar repitiendo las cosas 20 veces. Escribid vuestra tabla de rutinas, todos juntos, y tened en cuenta sus aportaciones, que suelen ser tan válidas como las nuestras.
Cuidar las expectativas. Cada niño es distinto, el que un niño de 3 años se haga la cama no significa que el tuyo lo haga. Observa a tu hijo y ve soltando cuerda en función de su desarrollo y de sus intereses. Si ves que no quiere saber nada de hacer la cama, pero está deseando vestirse solo, empieza por ahí, ya habrá tiempo de ampliar aprendizajes. Cuando tenga dominada una habilidad, pasa a la siguiente.
Tiempo y esfuerzo. Si no estás dispuesta o dispuesto a dedicar el tiempo que sea necesario para fomentar su autonomía y lograr que colaboren, entonces tenemos un problema. Para lograr nuestro objetivo necesitamos mucho tiempo y mucho esfuerzo. Pero el resultado merece ese tiempo y ese esfuerzo, te lo aseguro.
Para acabar, os contaré que el otro día, Pablo se ofreció a fregar lo que quedaba, para que pudiéramos estar más rato todos juntos en el sofá antes de irnos a dormir. Esto es música para nuestros oídos, si, y lo bonito es que ahora ya es consciente de las ventajas de colaborar (en este caso, si ayudaba podríamos estar más rato todos juntos en el sofá y ver una peli).
Y vosotros… ¿Cómo fomentáis la colaboración de los niños en casa?
Con cariño,
Laura