El confinamiento nos ha dejado ciertas secuelas… miedo, estrés, ansiedad.  A los adultos y también a los niños.

Son muchas las mamás que nos escriben porque sus hijos están teniendo unas rabietas tremendas, muy destructivas, violentas y difíciles de gestionar.

El confinamiento, tal y como ya advirtieron los expertos en la materia, ha causado mucho estrés a los pequeños de la casa.

El hecho de que no han podido salir a la calle, relacionarse con sus iguales, ir al colegio (de la noche a la mañana, salieron del cole para no volver), sumado a no entender qué pasa, a no entender que sus padres también se queden en casa sin ser vacaciones, a no poder ver a sus abuelos, tíos, primos, y a lo que vean en casa, en las noticias, con padres preocupados, abuelos enfermos… todo esto genera ansiedad, frustración, estrés… emociones muy fuertes que por edad y desarrollo, todavía no saben gestionar.

Y el hecho de que ahora puedan salir a la calle no soluciona nada, porque ese estrés se ha estado gestando y acumulando durante varios meses.

A mí misma, salir a la calle y ver a todo el mundo con mascarilla, sin apenas contacto, me causa cierta ansiedad. Ir en metro me agobia, tomarme una caña en una terraza me incomoda… ¿cómo no van a percibir esto mis hijos?

Muchas de las reacciones que estamos viendo ahora en los niños son fruto de ese estrés agudo, como desajustes emocionales (rabietas, desbordes, enfados desproporcionados), problemas para dormir o despertares continuos, tics nerviosos, miedos, irritabilidad, regresiones como hacerse pis encima o no querer comer solos…  son reacciones que debemos trabajar con ellos, pero no el comportamiento como tal, sino lo que lo causa, la raíz o base de ese comportamiento.

Los niños nos han visto sufrir, puede que hayan convivido con papá o mamá confinado por estar contagiado, o lamentablemente haber sufrido alguna pérdida…

Pues ahora, meses después, estamos viendo los efectos que ha tenido y está teniendo la pandemia en la infancia.

Los niños nos observan todo el tiempo, y han percibido todo lo que hemos vivido. Han escuchado la palabra muerte infinidad de veces, han visto lágrimas y dolor… aunque parezca que no les afecta, si lo hace, y mucho.

 

 

 

¿Y qué podemos hacer para ayudarlos?

 

Presencia, calma, paciencia y mucho amor. Eso necesitan.

No necesitan castigos para que dejen de hacer algo, premios para que colaboren, amenazas o chantajes.

Necesitan que validemos sus sentimientos, que hablemos de lo que ha ocurrido, de lo que sienten, de lo que necesitan.

Si tus hijos son pequeños, de 2, 3 o 4 años, habla con ellos a su nivel, utiliza el juego simbólico para ayudarlos a entender y entenderse, a sacar parte de la frustración que están viviendo. Puedes usar muñecos, peluches, revistas… y haz un teatro en el que ellos puedan volcar sus emociones.

Si son más mayores, hablad con ellos, expresad vuestras propias vivencias y emociones y así, les ayudáis a sacar las suyas.

Y cuando llegue la rabieta explosiva: acompaña y valida.

Acompañar es ponerse a su altura, con un lenguaje corporal amable, sincero y amistoso. Agáchate, abraza, toca (si quiere y lo permite) su hombro. Que te sienta cerca.

Validar es comprender sus sentimientos y emociones aunque no los compartas. No juzgar y no solucionar, sólo permitir que los sienta, hacerle ver que lo que siente es normal y está bien.

Cuando ya esté (y estés) calmado, será el momento de hablar, dialogar, explicar y buscar alternativas. Es cuando debes reforzar los límites y explicarle que en casa no pegamos, no tiramos objetos, no nos hacemos daño. Puedes ofrecerle que dibuje su enfado, que abrace a su muñeco preferido, que respire profundo… ¡imaginación al poder!

Y lo más importante… PACIENCIA. Todo pasa, pero cómo acompañes a tu hijo hará que este periodo dure más o menos, y que tu hijo aprenda a gestionar sus emociones o no, que las saque o las oculte.

Como ves, es súper importante acompañar y validar. 

Pero ojo, validar no es decir «estás muy enfadada, es normal, PEEEEERO …». Aquí no validas. Cuando los niños tienen una rabieta, están dominados por su cerebro emocional y por su cerebro primitivo, Y NO TE ESCUCHAN. No razonan, no tienen acceso a la parte lógica y racional del cerebro.

Por eso es tan importante conectar con ellos, desde la empatía y la comprensión. Conectar con la emoción, no con la razón. Luego ya educarás, tranquila. Pero ahora no. No sirve de nada y lo que conseguirás es que la rabieta vaya a más.

 

Si tienes dudas, puedes ver AQUÍ la trilogía de vídeos sobre rabietas en nuestro canal de YouTube si todavía no los has visto. Estoy segura de que te van a ayudar un montón.

 

OTRAS COSAS QUE PODEMOS HACER:

 

  • Empieza a retomar tu vida, aunque sea poco a poco, manteniendo la distancia de seguridad, usando mascarilla… desde el sentido común pero hazlo.
  • No hables de muertes, contagios, UCIS delante de tus hijos.
  • Evita poner las noticias en la tele cuando tus hijos estén delante. Además, un poco de desinfoxicación nos viene bien a todos.
  • Juega, juega mucho. El juego es la mejor herramienta para ayudar a los niños a liberar estrés, a liberar emociones atrapadas.
  • Habla con tus hijos, expresa tus emociones, muéstrate vulnerable. No es malo, al contrario, da un gran ejemplo y aprendizaje a los niños y les hace sentir pertenecientes e importantes.

Espero que estos consejos te ayuden a acompañar a tus hijos cuando tengan una rabieta de estas explosivas, que son difíciles de gestionar, lo se, pero recuerda: es cuando más te necesitan tus hijos. 

Un abrazo enorme.

Laura

 

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