Todos queremos que nuestros hijos sean autónomos ¿verdad?

Que crezcan con alta autoestima, capaces, seguros de sí mismos, listos para valerse por sí mismos y enfrentarse a los retos de la vida.

Pero para que nuestros pequeños crezcan así, para fomentar su autonomía, hay que permitirles ser autónomos desde pequeños.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de autonomía o independencia?

Queremos muchas cosas para nuestros hijos: felices, buenos, obedientes, independientes…

… pero algunas de esas cosas son incompatibles.

Queremos que sean buenos, lo que es casi sinónimo de ser obedientes… pero que a la vez sean autónomos e independientes

Párate y piensas ¿qué quieres realmente y qué estás haciendo para conseguirlo? Hay que pensarlo a medio y largo plazo.

Muchos padres comentan que lo que quieren es que sean independientes. Vale, suena bien. Pero quizá no es lo que queremos… en términos absolutos. Porque en realidad, las personas no somos islas, nos necesitamos los unos a los otros y está bien pedir ayuda.

No somos independientes, somos interdependientes, y es lo que nos ha permitido evolucionar.

 

Obstáculos para fomentar la autonomía de los niños

 

Pero hay algunos obstáculos con los que mamás y papás se encuentran, y que impiden a los niños desarrollar de forma plena su autonomía.

Choque entre nuestras expectativas cuando pensamos en niños autónomos y la realidad: Que son niños aprendiendo a dominar nuevas habilidades, lo cual conlleva que se frustran, que tiran el agua, que no se lavan bien, que se dejan jabón en el pelo… y nos toca invertir tiempo en arreglar el desaguisado.

Lo que pensamos que deberían hacer nuestros hijos y lo que realmente están preparados para hacer.

Es un error asociar autonomía con una mayor comodidad. Soñamos con el momento de decir “venga, voy a preparar la cena” y que nuestros hijos directamente dejen de jugar, recojan los juguetes, se laven las manos y pongan la mesa. Y todo eso sin quejarse, sin llorar, sino todo lo contrario.

Pues la realidad es que esto no pasa. Algún día pasará (esperamos, jejejeje), pero no a la primera, ni a la segunda.

Si queremos conseguir esto, y hay que pagar un cierto peaje hasta ese momento: TIEMPO Y ESFUERZO para conseguir que los niños sean autónomos.

 

– Por la falta de tiempo, por las prisas y por comodidad acabamos boicoteando las demandas de autonomía de los niños.

Los niños están continuamente demandando autonomía y contribución. Están deseando colaborar, aprender, experimentar. Quieren llevar los platos, echarse agua, ducharse solos, recoger la ropa que vamos doblando, partirse el filete… pero bien porque no nos conviene, porque tenemos prisa, o por lo que sea, no les dejamos, y acabamos haciéndolo nosotros (llenarles el vaso de agua, partirles el filete, decirles que no guarden ellos los calcetines que acabamos de doblar, ducharlos…)

Fomentar su autonomía implica conseguir lo mismo que conseguiríamos haciendo por ellos las cosas, pero invirtiendo mucho más tiempo y con consecuencias poco deseables (a corto plazo, al menos, porque hoy derramará la leche que ha intentado echarse, pero en un tiempo, no lo hará, salvo por accidente, igual que nos puede pasar a ti y a mi) y por las prisas, eso nos cuesta.

Autonomía es auto-gobierno.

Ser autónomos significa que hagan lo que quieren, lo cual puede no coincidir con lo que nosotros queremos que hagan.

Parece una idea loca si pensamos que los niños son diablillos que tenemos que controlar porque si no van a hacer maldades y nos la van a liar.

Pero si los vemos como lo que son, niños, si asumimos que lo que quieren es aceptable y solo tenemos que intervenir según qué casos, quizás esa idea de respetar su voluntad no sea tan loca.

Porque… ¿Qué quieren los niños?

Jugar, comer, dormir, aprender, comprender las cosas, participar… ¿es eso tan terrible? ¿no hacemos eso mismo nosotros? ¿no queremos que ellos mismos sean capaces de decidir su propia vida en el futuro?

Entonces hay que empezar ya.

No hay que dejar que hagan lo que les dé la gana, pero en la medida de lo posible podemos respetar su voluntad si es medianamente adecuada.

El adulto debe vigilar por si faltan el respeto a alguien, se hacen daño, es peligroso para ellos o para los demás (recuerda los límites), pero una cosa debe quedar clara: los niños no son malos, son criaturas vulnerables, inexpertas, con necesidades que tenemos que cubrir.

¿qué necesidades?

Ya te hablamos en el artículo de los límites cuáles son las necesidades básicas y primarias de los niños. Y de esas necesidades (que clasificamos en 4 grupos) hay dos que es bastante habitual que nos olvidemos: las necesidades emocionales y sociales.

Cuando vamos en contra de su naturaleza y no respetamos esas necesidades, buscan formas alternativas de cubrirlas. Y si aun así no lo consiguen, se amoldarán, pero te aseguro (y esto ya está altamente demostrado) saldrá a futuro, en la adolescencia o en la etapa adulta.

Una de esas necesidades fundamentales es la de pertenencia y seguridad. Se dice que los niños necesitan ser mirados como los adultos necesitamos ser escuchados (¿no has discutido con tu pareja por no sentirte escuchado?).

A los niños les pone muy nerviosos que no estemos pendientes de ellos, y más cuanto más pequeños son.

Muchas veces (la mayoría) la mala conducta, se atribuye a una llamada de atención. Y es que esto es normal, no es un capricho o un niño tirano.

Llaman la atención porque necesitan esa atención para sobrevivir, para aprender, para evolucionar. Lo malo es que el niño llegue a la conclusión de que debe portarse mal, para obtener esta atención legítima que necesita.

Teresa García, psicóloga clínica de más de 20 años de experiencia, dice que reconocer que la debilidad emocional no es una debilidad sino una parte biológica de los seres humanos, nos puede hacer crecer como personas y también ver las necesidades de pertenencia y conexión de nuestros hijos como algo necesario y vital.

Respetar esta autonomía dejando de forzarles a que se amolden a nuestras ideas, es cambiar el modelo hacia uno que nosotros los acompañamos y guiamos, pero no imponemos nuestra idea de lo que debe ser.

Nos hace pasar del modelo de padres carpinteros (tallar un tipo de modelo de hijo) al modelo de los padres jardineros, que ponen las condiciones necesarias para que surja el adulto que deba surgir, en un proceso orgánico.

Si esto no nos termina de encajar entonces no buscamos autonomía, sino que nuestros hijos obedezcan que hagan lo que nosotros queremos, a la primera, sin rechistar. Esto puede sonar mejor pero no tiene nada que ver con la autonomía.

 

OS INVITO A HACER UNA REFLEXIÓN: ¿De verdad es tan importante la autonomía?, ¿por qué se insiste en que no tenemos que hacer las cosas por ellos?, ¿no es más sencillo, simplemente, ayudarlos y así todo sale más rápido y mejor?

 

Muchos padres piensan que no es tan malo hacer cosas por sus hijos, aunque ya sean capaces de hacerlas por si mismos. Nosotros pensamos que esta excesiva dependencia puede suponer un problema.

El niño de 4 o 9 años que escucha continuamente a sus padres todo lo que tienen que hacer y que no confían en sus capacidades, adolescente que no le dejan avanzar por miedo, un adulto que no puede pensar por si mismo…

Todos experimentan una mezcla de emociones:

Miedo, desamparo, frustración, incomprendido, rabia, incompetencia, ignorado… y es más que seguro que no te gustaría que tus hijos sintieran hacia ti todo eso.

Cuando una persona se siente en completa dependencia de otra, esa persona sentirá gratitud, pero también lo anterior, y eso es algo que nos plantea un dilema como padres.

Los niños nos necesitan, hay un montón de cosas que tenemos que hacer por ellos, pero por otro lado esta dependencia puede llevar a sentimientos hostiles y emociones negativas y acabarán generando un sentimiento de dependencia e incompetencia que afectará a la autoestima, y acabarán necesitando de los demás porque no habrán desarrollado las habilidades necesarias para enfrentarse con éxito a los retos de la vida.

Nosotros como padres tenemos la función de darles estas habilidades, ayudarles a convertirse en adultos responsables y preparados para la vida, que sean autónomos minimizando el sentimiento de dependencia hacia nosotros, pero con un equilibrio entre los dos. No queremos hacerlo todo por ellos, pero tampoco negarnos a ayudarlos.

Ambos extremos son negativos.

Te doy una clave: observarlos con atención porque ellos nos indicarán que les podemos pedir en cada momento.

 

¿Y qué podemos hacer para fomentar la autonomía de nuestros hijos?

Hay 3 aspectos clave a tener en cuenta:

  • Movimiento libre.
  • Alimentación.
  • Control de esfínteres.

Como cada uno de estos temas merece un artículo, os doy unas pequeñas nociones de cada uno, y os invito a pasaros por el blog de vez en cuando, para seguir profundizando en cada uno.

 

Movimiento libre

Siguiendo a Emmi Pikler, debemos dejar a los bebés que logren sus hitos evolutivos en función de su propio desarrollo. Un bebé no aprende a sentarse sentándole. Según Emmi Pikler, debemos dejar que el bebé adquiera la habilidad de sentarse (o caminar, girarse, gatear…) por sí mismo.

 

Alimentación

El gran problema de los padres del siglo XXI: mi niño no me come (parafraseando el título del libro del gran Carlos González).

Algunos tips (que ampliaré en un artículo dedicado íntegramente a este tema, que me parece fundamental):

– No forzar. Tu hijo sabe perfectamente si tiene hambre o no. Si ya no tiene hambre, no le fuerces.

– No obligar. Si algo no le gusta, que no se lo coma. No pasa nada, ningún niño occidental con acceso a comida ha muerto de hambre.

– No usar técnicas de distracción (avioncito, dibujos, tele, Tablet…). El niño aprenderá a comer por el mero placer de comer (o por la mera necesidad de mantenerse vivo). Respeta sus ritmos, y conseguirás que tu hijo tenga una relación saludable con la comida.

 

– No tengas comida no saludable en casa. Es habitual escuchar a mamás que insisten en que su hijo no come fruta o verdura… pero si galletas, bollos, zumos… ¿Qué esperabas? Si sabe que tiene galletas, lo normal es que no quiera el brócoli. Si no hay alternativa, probará los alimentos saludables que le ofrezcas.

– Si no come, no le ofrezcas alternativas no saludables. “que se coma una galleta, al menos no tendrá el estómago vacío”… error. Mejor vacío (por propia voluntad, ojo) que lleno de algo que no le aporta nada bueno. Además así evitarás que rechace la comida porque sabe que después le ofrecerás lo que realmente le gusta.

 

– Castigar sin cenar, comer… ya hemos hablado mucho sobre el castigo y sus consecuencias. Así que no me repito. Si tienes dudas, ve al blog y lee cualquiera de los artículos sobre el castigo.

– Condicionar el postre a que se coma el plato principal. Si te fijas, nunca te oirás decir “si no te comer las verduras, te quedas sin plátano”. ¿A que no?

– El síndrome del plato vacío. Nos lo hacían a nosotras…. Hasta que no vacíes el plato, no te levantas de la mesa. Mamás, papás, no tenéis una bola de cristal para saber con exactitud cuánta hambre tiene vuestro hijo y cuál es la cantidad que debe comer. Ante esto, fundamental conocer las etapas de vuestro hijo (ej. Con 2 años, necesita muuuuuucha menos comida, pero se le obliga a comer lo mismo). Esto es perjudicial para su salud, para su desarrollo, para su relación con la comida a futuro, para su autoestima, para su autoconocimiento… ¿sigo?

Hay más, pero lo dejo para otro artículo 😊

 

Control de esfínteres

Este tema también merece otro artículo. Solo daré un par de ideas:

El control de esfínteres no se provoca, sucede por maduración y desarrollo fisiológico. Forzar a un niño a controlar esfínteres es como obligar a un bebé a que camine con 4 meses. NO PUEDE PORQUE NO ESTÁ PREPARADO PARA ELLO.

Hay que esperar a que esté preparado. Os dará señales, algunas de ellas son:

  1. Sube las escaleras alternando sus piernas con ayuda.
  2. Baja los escalones con ayuda.
  3. Cuando duerme la siesta, despierta seco.
  4. Se esconde para hacer popó.
  5. Dice pis, caca…
  6. Siente curiosidad por el wc, el orinal, te pregunta qué hacer cuando vas al baño, te observa…
  7. No quiere usar pañal.

Por ahora, te dejo estas. ¡En próximas sesiones… más!

Otro aspecto relevante para fomentar la autonomía de los niños es respetar sus ritmos de sueño. Hay mucha bibliografía al respecto. Mi recomendación es sin duda «Dormir sin Lágrimas» de Rosa Jové. Y desde luego, jamás aplicar métodos para aprender a dormir (Estivill y similares), de los que hablaré largo y tendido.

Hasta aquí el post de hoy. Espero que te haya ayudado a entender qué es la autonomía del niño y cómo fomentarla en casa.

¡TE LEO EN COMENTARIOS! 

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